dilluns, 17 d’abril del 2017

Siento, luego existo

¿Recuerdas aquella película que te hizo reír a carcajadas? ¿Aquel libro que consiguió envolverte de tal manera que no pudiste contener las lágrimas? ¿Y el olor de las rosquillas que hacía tu madre?
Estoy segura de que cada una de estas preguntas habrá evocado en ti un recuerdo y, asociado a este recuerdo, también una emoción. Posiblemente habrás destinado unos segundos con la mirada perdida a disfrutar de ese instante, de ese recuerdo. ¡Puede que se te haya hecho la boca agua al recordar lar rosquillas, o quizá pensaste… “rosquillas no hacía, pero galletas sí, o bizcocho”! ¡O, no era mi madre, era mi abuela o mi tía la que cocinaba de maravilla!



Lo interesante es que tu cerebro ha buscado en el archivo ese momento y te ha permitido recordar, revivir, volver a sentir esa emoción. Y es que nuestra vida se archiva a través de las emociones, tanto si son vividas en positivo como en negativo, ya que todas ellas son necesarias. Por esta razón no nos dirigiremos a ellas como emociones “buenas” o “malas”.
Si has conseguido experimentar ese momento de “hacerse la boca agua” te felicito. Por un lado, porque seguro que has pensado en algo que recuerdas como riquísimo. Confieso que a mí me pasa simplemente con pensar en ese típico puesto de aceitunas a granel que hay en los mercados. Y por el otro, porque has conseguido experimentar una sensación física, un cambio en tu biología, a través de un pensamiento.
Tu mente ha experimentado como real lo que tus recuerdos le han transmitido, ya que nuestra mente no diferencia lo real de lo imaginario, y ha realizado cambios en tu biología, en tu cuerpo, de manera que ha puesto en marcha un mecanismo por el que has salivado. A través de una parte del cerebro llamada bulbo y otra llamada ganglio cervical se han estimulado tus sistemas nerviosos Simpático y Parasimpático que han estimulado a las glándulas salivares para que produzcan más saliva ya que tu pensamiento le ha dado a entender a tu cerebro que ibas a empezar a comer y uno de los componentes importantes de la digestión es la saliva porque la digestión empieza en la boca. Pero voy a dejarme de tecnicismos y te voy a dar un ejemplo muy sencillo.
Una situación cotidiana en la que tu pareja, hijo o amigo se va de viaje y quedáis en que te llamará en cuanto llegue a su destino. Calculas la hora aproximada de llegada y a medida que se acerca el momento te preparas para esa llamada. El cuerpo empieza a ponerse en situación de alerta. Imagina por un momento que la persona ha llegado a su destino, pero  por cualquier razón no hay cobertura, se ha encontrado a alguien y se ha puesto a charlar, ha entrado a una tienda y se ha despistad, etc., y no te ha llamado en el tiempo que tú tienes como referencia que tendría que llegar su llamada.
Puede que seas de ese tipo de personas que no se alteran (¡No news, good news). ¡Ya llamará! Quizá tomes la iniciativa y llames tú (a grandes males grandes remedios), o tal vez seas de los que se preocupan, pero esperes a que te avisen. En ese caso, y dado que la persona se ha despistado, seguramente empieces a experimentar algunos de estos síntomas: inquietud, ligera taquicardia, sudoración en las manos o en casos más severos dificultad respiratoria, lo que sería una crisis de ansiedad moderada o severa dependiendo de la persona y de las vueltas que le quieras dar al tema porque en realidad tu amigo o familiar no está en peligro ni ha sufrido un accidente, simplemente se ha despistado.
¿Qué te está pasando? ¿Tus pensamientos han generado reacciones en tu cuerpo como la taquicardia? Pues sí. Tus pensamientos han generado que tu cerebro se ponga en alerta y de una respuesta. Ya sabéis que, como animales que somos, estamos preparados para reaccionar ante situaciones de estrés de varias maneras; las más comunes son atacar o huir. En este caso, si has empezado a imaginar que la persona estaba en peligro, seguramente tu cerebro te está preparando para responder. ¡Pero, nada de esto está pasando! ¿Por qué mi cuerpo reacciona así? Por la sencilla razón de que el cerebro no distingue lo real de lo simbólico, lo virtual o lo imaginario. Sencillamente, si lo piensas reacciona como en una realidad y reacciona. Como cuando has imaginado las galletas y has sentido sensación de confort o felicidad y has salivado.
En cuanto la persona te llama desaparece esa sintomatología, todo vuelve a la normalidad o quizá no. Depende de la intensidad de las emociones vividas. Si no volvemos a la normalidad es que hay alguna emoción que se ha quedado guardada y no hemos expresado. Esto es lo que denominamos la emoción oculta.
Quizá con un “¿Jolines por qué no me has llamado?” ya quede solucionado porque lo que llamamos preocupación, en tema de emociones, podríamos llamarlo ira o enfado, aunque lo que seguramente se ocultaba detrás del enfado era tristeza. Tristeza por pensar “¿Que sería de nosotros si le ocurriera algo a esa persona que queremos y de la que esperábamos la llamada?”. Cabe apuntar a que esto es un ejemplo y que cada persona vive las emociones de manera personal y en función de sus experiencias.
Lo que quería explicarte es que de la misma manera que la imagen de una rosquilla o una situación de inquietud puede poner en marcha tu biología y desencadenar salivación, taquicardia, dificultad respiratoria, etc. Cualquier otra situación puede desencadenar otras reacciones como el dolor, una erupción en la piel o una intolerancia o alergia.
Lo que está claro es que tu cuerpo reacciona a tus pensamientos. La coherencia entre lo que pienso, lo que digo y lo que hago es fundamental para una buena salud mental.
Seguiremos hablando del tema y buscando el sentido. Creando nuestra propia vida.


2 comentaris:

  1. Sonia,al leer tu post me he acordado de las croquetas de cocido de tu madre mmmmmmmm. Croquetinis

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  2. Jajajaja... Me alegro mucho! Están buenas 😋

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